Entre Nos…

Por: Carlos Santamaría Ochoa.-

Todo en la vida tiene puntos positivos y negativos desde nuestro punto de vista y de los demás: la lluvia, recurso natural, es literalmente una bendición para la gente que vive del campo, y nada hay más generoso y que muestre el favor de la divinidad que esa temporada de aguaceros en los que tienen prácticamente aseguradas sus cosechas y, por ende, su manutención por meses.

Sin embargo, en las ciudades, para muchos es algo que no se recibe de muy buen agrado. Nos explicamos: la gente que transita por nuestras calles está expuesta a mojarse, a los muchos charcos que se forman y los patanes que pasan salpicando, inclusive, adrede, para mojarles y arruinar sus días.

Por otra parte, también se tienen problemas con las inundaciones, en el campo y las ciudades: ahí no tiene límites y afecta todo lo que hay en el camino, y muchas veces provoca daños irreversibles y muy grandes en el patrimonio de los individuos.

Y en el sentido del agro, somos muy agradecidos con que llueva, porque de alguna forma garantiza nuestro abasto de productos del campo, además, los que somos amantes de la fotografía notamos que la lluvia otorga a la naturaleza un color verde distinto al que tiene cotidianamente cuando se riega con pipas: el agua de lluvia es magia, pues.

Y en nuestra ciudad, amén del pésimo estado de nuestras calles, la lluvia provoca que se hagan más significativos los agujeros que la administración ha dejado en aras de incrementar sus presupuestos personales y no los intereses colectivos: sufrimos mucho los que caminamos y los que manejamos, porque le estado de las calles no es positivo, y además, en ciertas horas, padecemos inundaciones en calles que por excelencia son unas verdaderas lagunas.

El problema de las inundaciones es grave, y tienen muchos responsables, además de los encargados de hacer su trabajo y que pareciera que no lo hacen.

Pase usted por la calle Coahuila, a la altura de la carretera nacional, y se dará cuenta de la cantidad impresionante de basura que se reúne por las corrientes del agua naturales que llegan a ese punto, y que orillaron en su tiempo a hacer un sistema que recoja agua a grandes cantidades, pero no es suficiente, porque es más grande la falta de aplicación ciudadana que la propia lluvia.

De esa basura, hay ramas y hojas, lo que es natural y afortunado, porque significa que aún tenemos árboles en la ciudad, pero las bolsas de plástico y desperdicios que origina el ser humano no son naturales, y sí constituyen un grave, muy grave problema que la autoridad tiene que remediar a marchas forzadas.

Y vemos aquellos impresionantes camiones que succionan desperdicios en cantidades impresionantes, producto de la inconciencia de cada uno de nosotros que tira ya sea una colilla de cigarro, una cajetilla, un envoltorio de frituras o cualquier cosa, y poco a poco se hace una gran cantidad de basura.

Los afectados somos todos.

Es hora de que quienes nos gobiernan busquen la forma de que se cumpla el reglamento y no se tira tanta basura, que se impongan realmente sanciones. Vemos con profunda tristeza que la gente saca sus bolsas de desperdicios antes de que pasen los camiones recolectores, en horas o en días inclusive, y eso nos afecta a todos.

Aguante un poco la basura en casa, y procure sacarla lo más cerca de la hora de paso de los camiones y ayude a sus vecinos y su entorno, o como dijera Manolo: no sea cochino y ayude.

Es hora de que todos hagamos nuestra parte. No dejemos el paquete a una autoridad que de por sí no tiene capacidad de respuesta, y entendamos que ellos y nosotros, en forma equitativa somos los responsables.

Para exigirles, hay que cumplir, y en ese sentido, es momento de hacerlo en forma práctica y efectiva. No hagamos de la nuestra una ciudad con más crisis de servicios públicos.

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